| >A partir del hecho de que el arte ya 
            no tiene lugar, que se ha convertido en pura energía, trabajan los 
            artistas de la deslocalización en la escena artistica 
            contemporánea. Muchos artistas han anticipado la pérdida de 
            lugar, el des-emplazamiento del arte, lo anticipan en un energetismo 
            que puede incluir las imágenes más espantosas, o la mayor 
            aceleración de las imágenes en un nivel de feedback. ¿Es este 
            intento energeticista una de las últimas maneras de afrontar la 
            disolución? Como alguien que siente que las fuerzas te fallan y pone 
            toda su fuerza en un ultimo golpe, precisamente por que sabe que es 
            el último. Veo algo así en la danza, en el teatro, el video, en 
            todas las artes de que todavía disfruto. Me repelen las artes 
            plásticas ahora, porque no queda nada, para mí se acabó. 
             >Para mí el cine está acabado. 
             Durante años no he soportado el cine, 
            principalmente porque ya no soporto el ritual de los cines. El cine 
            tenía que haber cambiado sus escenarios de presentación. Existe 
            gracias al lugar llamado «cine», y ese lugar, como el arte, debe 
            revolucionarse constantemente. Pero obviamente es más caro hacer 
            nuevas salas de cine cada dos años que hacer nuevas películas cada 
            dos años. A menudo he comentado que es preciso sacar a Godard de la 
            sala de cine, de otra forma el propio Godard desaparecerá. El cine 
            «tiene lugar», tiene su propio cuarto oscuro, su cámara oscura, y es 
            necesario hacer que ese «lugar» evolucione. Hoy la cámara oscura es 
            el espacio virtual, es el videocasco, ya no hay «cuarto oscuro». Es 
            otra deslocalización... Me pregunto entonces si el arte no ha 
            regresado desde la exposición, desde la instalación en la pared o en 
            la galería, hacia las inscripciones del land art, sólo para 
            finalmente desaparecer, ya no inscrito en ninguna parte más que en 
            el instantáneo intercambio de sensaciones ofrecido por la realidad 
            virtual.  >Lo que tenemos hoy sería una 
            estética sideral: una estética de la desaparición, y no una de la 
            aparición.  ¿Podemos agarrarnos a la balsa de la medusa que 
            representa el land art, como a una especie de salvavidas que nos 
            lleve hacia la reinscripción y reinstalación del arte en el aquí y 
            ahora, el hic et nunc, en los que yo insisto? ¿O es ese salvavidas 
            el signo de un barco hundiéndose -y la victoria caerá del lado de la 
            realidad virtual como electrocución recíproca, en la instantaneidad 
            de un arte que no deja rastro? 
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