fran ilich on 4 Jan 2001 04:38:54 -0000


[Date Prev] [Date Next] [Thread Prev] [Thread Next] [Date Index] [Thread Index]

[nettime-lat] los surrealistas vistos por un sovietico.


[el texto siguiente es del website contracultura que si no me equivoco edita
ingrassia/colovina, lo envio porque me parece bastante interesante la
opinion de un sovietico sobre el surrealismo. alguna opinion similiar de un
latino sobre la escena contemporanea?/ i.]


"Si escriben no es porque tengan algo para comunicar al mundo
 sino únicamente porque son escritores."  

Los surrealistas 
ilia erenburg
http://www.geocities.com/contracultura2000/surrealistas.html 

En un viejo film de Charles Chaplin, "La opinión pública", hay un episodio
pintoresco, aunque muy poco apetitoso. El protagonista llega a un
restaurante y pide un plato de caza. Pero no es un cliente común, sino un
gastrónomo refinado que no admite la carne si no está bien manida. Se dirige
a la cocina para verificar si el faisán despide olor bastante fuerte. Para
esa clase de entendidos cuelgan del cuello a los faisanes. Cuando el cuello
entra en descomposición y el ave cae, entonces pueden ponerla en el horno.
El cocinero y los pinches no pueden menos que taparse las narices: hasta el
mismo deber profesional no puede vencer su repulsión. Pero el gastrónomo es
feliz; aspira glotonamente el olor de la carne en descomposición, como si
fuese el perfume de un ramo de lirios del valle.

No sé a quién conviene mejor la comparación con los surrealistas: si al
faisán podrido colgado por el cuello o al cocinero habilidoso. No sé si son
enfermos o simplemente gentes que remedan la locura. Hay un hacho innegable;
que los aficionados abundan y que son gente de medios: un ejemplar de los
poemas de René Crevel, sur Japon impérial, vale 300 francos, y un volumen de
las obras de otro poeta, Benjamín Péret, 500 francos.

La revista de los surrealistas tiene una tapa fosforescente, que brilla en
la oscuridad. Resulta en verdad difícil explicar por qué una revista tiene
que necesariamente ser hojeada en las tinieblas; pero tampoco es fácil
probar que un faisán podrido es mejor que uno fresco; es una cuestión de
gusto y también de psiquiatría.

Hay unos jóvenes que se llaman a sí mismos surrealistas, es decir, que son
adoradores de un mundo "sobre-real". Es perfectamente posible que en ese
mundo las costumbres sean particulares. Vaya uno a saberlo. A lo mejor para
estar en armonía con el faisán podrido, el alma pide una portada
fosforescente. 

La revista que trae esta sorprendente portada se llama "El Surrealismo al
Servicio de la Revolución". Los snobs parisienses gustan no sólo de los
cocktails y de las perversiones sexuales sino también de la "Revolución".
Animados de un gran celo, los surrealistas citan a Hegel, a Marx y a Lenin.
Persuaden a sus lectores lelos que sirven a la "Revolución".

Además, parece que sólo ellos la sirven. Esos jóvenes fosforescentes,
ocupados únicamente en la teoría del onanismo y de la filosofía del
exhibicionismo, hacen el papel de celadores de la intransigencia
revolucionaria y de la honradez proletaria.

André Gide tomó parte en un mitin comunista, y al punto todos aquellos que
estaban servilmente atentos a sus menores palabras se dieron a la tarea de
perseguir al valiente escritor. Los surrealistas están también exasperados
por la conducta de André Gide: ¡no es suficientemente revolucionario para
ellos! El poeta Péret, el mismo cuyos libros "sur Japon impérial" valen 500
francos, dedicó una poesía a André Gide: en ese mismo estilo escriben
habitualmente los adolescentes en las paredes de los mingitorios
parisienses. Citaré solamente los versos más decentes de esta obra pura:

Monsieur  le camarade Gide

Se dit qu'il est temps d'exhiber son ventre comme un drapeau rouge,

Oui, Monsieur le camarade Gide

La faucille el le marteau vous l'aurez

La faucille dans le ventre

Et le marteau vous le mangerez[1]

  

A ellos les gusta mucho Hegel, y Marx y la Revolución, pero a lo que se
niegan es a trabajar. Esos jóvenes tienen sus ocupaciones. Estudian, por
ejemplo, la pederastia y los sueños. Exclaman indignados: "¿Cómo puede
conmoverlo a uno la fabricación de cacerolas?" Ellos, como es natural, no
fabrican nada: se esmeran en comer cual una herencia, cual la dote de su
mujer. Son parroquianos de los bares americanos, y fanáticos de la
desocupación. Le disgusta la Unión Soviética porque allí la gente trabaja.
(A eso le llaman "el viento de cretinización que sopla en la U.R.S.S."). El
mismo aborto a quien le indigna ese "viento" estalló todavía mucho más
violentamente en ocasión de representarse El camino hacia la vida, ante el
espectáculo de esos jóvenes cretinos para quienes el trabajo es el único
fin, el único medio de vivir, que ponen su vanidad en el uniforme de
guardatrén, que no entran en un burdel -en donde por lo menos hay canciones
y cuerpos que se entregan- sino para palmear a las mujeres y para desgarrar
con rabia un corazón de papel en el que brillanestas palabras -estas
palabras que de buena gana adoptaría como programa: "Aquí se bebe, se canta
y se besa a las mozas..."

De modo, pues, que su programa es claro: después de una cita de Marx, la
enseña de una casa de tolerancia. Desprecian la fabricación de cacerolas u
otros objetos de cocina. No interesa en qué utensillo guisará el cocinero
los faisanes podridos. Sólo quieren beber, cantar y andar con mujerzuelas.
Es un programa difundido y bastante fácil y no supone ningún surrealismo. Es
la distracción habitual de miles de jóvenes pertenecientes a cierta clase.
Pero los jóvenes fosforescentes son ambiciosos: siempre aspiran al
escándalo, uno de esos escándalos que obligaría a la gente a hablar de ellos
en todas las esquinas. Son genios desconocidos y ultrarrevolucionarios sobre
quienes pesa la Fatalidad. ¿Qué tienen que hacer? Pueden, es claro, ir a un
mitin de huelguistas. Pero la policía carga contra los huelguistas y los
agentes usan garrotes. Puede tocarle a uno un estacazo, y, además, eso
carece de brillo: ¿quién va a hablar de unos huelguistas desconocidos?...
Esos señores entienden la Revolución a su manera: ¡La Revolución es una
propaganda! Comenzaron por palabras obscenas, llenando cuidadosamente sus
obras con los nombres de ciertas partes del cuerpo humano. Pero la policía
es extremadamente liberal con respecto a la obscenidad. A nadie se le va a
ocurrir confiscar la pornografía fosforescente. De la terminología se pasa a
la filosofía. Los menos astutos confiesan que su programa es acostarse con
mujeres. Los que captan la cosa comprenden que por ahí no se va muy lejos.
Para ellos, las mujeres son una cuestión de conformismo. Colocan en primer
término otro programa: el onanismo, la pederastia, el fetichismo, el
exhibicionismo y hasta la sodomía. Pero en París es muy difícil que aun eso
asombre a nadie. El realismo conviértese entonces en surrealismo. Freud el
incomprendido llega en su auxilio, y las perversiones ordinarias se cubren
con el velo de la incomprensión. ¡A mayor torpeza, mayor mérito!
Indudablemente, hay entre los surrealistas verdaderos alienados cuyo sitio
estaría en las clínicas apropiadas. Pero la mayoría simula esta insanía que,
en el año 1933, es el único signo del genio. He aquí el uniforme que halaga
su amor propio: no es el de un guardatrén, sino ¡la camisa de fuerza!

Uno de esos joviales compañeros comenta el "Vidrio" surrealista, es decir,
un objeto pintado sobre un cristal transparente. Lo comenta pro medio de
fórmulas matemáticas. Luego, con toda la profundidad posible del espíritu,
observa: "estarían como envueltos a lo largo de sus pesares por un espejo
que le hubiese devuelto su propia complejidad, hasta el punto de alucinarlos
de una manera bastante onanista".

Otro hace sadismo. Titula a su libro "Actualidad de Sade". Afirma que todos
los hombres son sádicos: "Una revisión de nuestros conocimientos, libremente
llevada, ¿no daría acaso una minoría de individuos extentos de lo que la
ciencia oficial considera como una enfermedad?  Tal vez a esos exceptuados
se los tomaría mañana por verdaderos enfermos".

Un tercero dibuja una colección completa de objetos incomprensibles que se
parecen sobre todo a cargarrutas de carnero, y pone al pie del dibujo esta
leyenda: "Aspecto de los nuevos objetos psicoatmosféricoanamórficos".

Hay un cuarto que explica en un largo artículo por qué compra colores: "Yo
quería pintar... Mis amigos notaron que, más que pintar, jugaba con los
colores. Apretando ligeramente los pomos, hacía salir ligeramente pequeñas
cantidades de color que las extendía en un papel limpio... Finalmente, ese
juego se transformó en verdadera pasión. Todas las noches, antes de
acostarme, tomaba mis colores y los olía: A un amigo le confesaba que me
daban ganas de comérmelos. De manera más particular me excitaban el amarillo
de cadmio muy pálido, el azul de cobalto, el cinabrio rojo..." Al leer
libros surrealistas, el aficionado comprendió el sentido profundo de sus
diversiones: "Recuerdo lo orgullosos que me sentía de dos tubos enormes que
compré más tarde. Creo que el hecho de haber mostrado esos dos tubos a todo
el mundo, y en cuanto se presentaba la ocasión, constituye un exhibicionismo
simbólico, tanto más comprensible y adjudicable a mí, que varias veces me
libré a este acto, aún en las calles de París".

Esos faisanes están verdaderamente pasados. Basta dedicarles algunos
momentos para comprender cuáles pueden ser en nuestro tiempo -que, hablando
en propiedad, no es un tiempo muy tranquilo- las distracciones de los
jóvenes poetas franceses. Por lo demás, entre ellos encontramos nombres de
poetas que hasta hace algunos años escribían verdaderos versos: André Breton
y Paul Eluard. Juzgaban indigno de la categoría de poeta eso de conmoverse
por el trabajo de hojalata. No pueden comprender que para los poetas
soviéticos esas cacerolas no son más que una imagen material de aquel enorme
esfuerzo del país, al cual, como a toda gran pasión, el corazón del poeta no
permanece indiferente.

Desprecian la prosa grosera. Tienen mucho tiempo. Tienen muchos cocktails.
Tienen mucho papel Japón. Quieren hacer algo serio y se entregan a encuestas
sobre el "conocimiento irracional del objeto".

Encuesta N°1.- Tema: Bola de cristal de las adivinas. Preguntas: ¿Favorece
la bola al amor? ¿A qué sistema filosófico pertenece? ¿De que sexo es? ¿En
qué lugar del cuerpo de la mujer la pondría usted? ¿Y si la mujer está
muerta? ¿A qué delito corresponde?

Breton afirma que la bola es de sexo femenino, y Eluard insiste para que lo
sea del masculino. Es favorable al amor. A propósito de los filósofos hay
cacofonía; cada cual quiere encontrar algo que sea ingenioso... Hegel,
Nostradamus, Kant, Heráclito. A la bola la colocan preferentemente en el
sexo de las mujeres estén vivas o muertas. La bola corresponde a muchos
delitos, desde la cleptomanía hasta el vampirismo.

Después de la bola de cristal, los poetas pasan a un trozo de terciopelo
rosado. Preguntas: ¿Qué idioma habla? ¿Cuál puede ser su profesión? ¿A qué
perversión sexual corresponde?

Luego de reflexionar, los poetas llegan a la conclusión de que el terciopelo
es políglota; algunos se inclinan por el irlandés, otros por el búlgaro. La
profesión del terciopelo provoca discusiones: se entrega a la prostitución o
a la fabricación de perfumes, o si no es rufián, mártir, secretario, etc...
En cuanto a la enumeración de las perversiones, la lista es completa: en
este sentido los surrealistas son maestros.

Prosiguen los ejercicios científicos. Con mucha dignidad se preguntan los
poetas: "¿En qué lugar del cuadro se masturba uno?" Pasan de la geografía a
la historia. Sacan cifras al azar y forman la fecha 409. Y entonces se ponen
a deliberar sobre aquel año 409 de nuestra era. Por ejemplo: ¿cuántos
habitantes tenía París? Uno responde: 1857. Otro contesta: "Tres, ni uno
más, ni uno menos". Luego, volviendo a su problema favorito, preguntan: "¿En
qué forma se abordaba a las mujeres en el año 409?" Los pareceres son
diferentes. Un surrealista desprovisto de imaginación responde: "Abriendo el
paraguas se decía: Señora, va a llover". Un surrealista lleno de heroísmo ve
la vida antigua desde otro ángulo: "Se le hacía una zancadilla y se le
ayudaba en seguida a levantarse".

Con relación a tales ejercicios los surrealistas se creen en el deber de
explicar: "Se realizan esas encuestas con el máximo rigor y sin la idea
preconcebida de darles la menor publicidad".

Sobre este último punto han de permitirse ciertamente algunas dudas: esos
señores llegan hasta a tener una manera exclusiva de ellos de roncar para
atraer a toda costa la atención hacia su persona. Vaya uno a saber... A lo
mejor tienen náuseas por todos esos pomos y toas esas bolas. Pero recuerdan
su misión y quieren ser los faisanes más manidos para los conocedores más
conocedores. ¡Bah! Cada uno hace lo que puede.. París es una gran ciudad y
en ella se ven multitud de profesiones. Si se le ha llegado a encontrar una
profesión a un trocito de terciopelo, igualmente ha de encontrarse otra para
los poetas refinados.

Después de todo eso, se atreven a llamar a su periódico "El Surrealismo al
Servicio de la Revolución". ¿Ignoraban ustedes lo que hacían cuando hablaban
de la bola de vidrio? Servían a la Revolución. Los surrealistas comprenden
que ahora es muy difícil épater le bourgeois. No se vive de terciopelos y
pomitos de colores. Intercalan con insolencia citas de Lenin en sus
ejercicios. Pero el burgués no es tan cándido. Sabe que esos faisanes
fosforescentes no son peligrosos en absoluto. En cuanto a los obreros, no
leen ni los poemas escritos en papel Japón imperial ni las revistas con
curiosas portadas. Y si el azar pusiese en sus manos esas obras preñadas de
pornografías y de repulsión por el trabajo, sin meditarlo más, clasificaría
a esos "servidores de la Revolución" entre los pillos.

Entre Arthur Rimbaud, que escribía versos geniales y se batía por la Comuna,
y esos degenerados capaces de entregarse a su pequeña pornografía, han
transcurrido sesenta años... ¡toda la vida de una clase, todo el destino de
una gran cultura!


Ilia Erenburg 

Julio de 1933 

[del libro "Escritores europeos vistos por un soviético"]

------------------------------------------------------------------------

[1] El señor camarada Gide/ se dice que ya es tiempo que muestre su vientre
como una bandera roja/ si, señor camarada Gide/ tendrá la hoz y el martillo/
la hoz en el vientre/ y el martillo se lo comerá usted.


_______________________________________________
nettime-lat mailing list
nettime-lat@nettime.org
http://www.nettime.org/cgi-bin/mailman/listinfo/nettime-lat