Fernando Llanos on Sun, 10 Nov 2002 18:07:10 +0100 (CET) |
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[nettime-lat] Legitimidad institucional y comunidades culturales |
Para aquellos mexican@s y no-mexican@s que quieren saber en que va y esta lo del caso Vidarte. Que estén bien- FLLANOS SEGUIMOS EN DESACUERDO!!! >http://www.fllanos.com/vidarte.html : : : : : : : : : : http://www.arts-history.mx/panoramas/editorial4.htm EDITORIAL Francisco Reyes Palma Legitimidad institucional y comunidades culturales En la última elección presidencial, la mezcla de ingenuidad y hartazgo de millones de ciudadanos mexicanos apostó por un vuelco en las estructuras del poder, lo que dio el triunfo al sector político considerado, históricamente, más conservador: el panista. Desde la etapa posrevolucionaria no ocurría un ajuste de fuerzas de esta magnitud; sin embargo, en la administración de cultura, para sólo referirnos a este caso, apenas provocó el reacomodo de los mandos superiores, aquellos reclutados durante la administración anterior, con el aporte novedoso de incorporar en algunos cargos a figuras carentes de los atributos requeridos para ejercitar su tarea. Pese a la consecuente extrañeza pública, esta pauta parece caracterizar cada vez más a la administración cultural foxista. El 8 de agosto, una mesa de debate sobre Festivales y la promoción del arte electrónico, realizada en el Centro Multimedia (CNA), reunió a un sector representativo de artistas electrónicos y del video, al igual que de críticos atraídos por el tema en boga de las curadurías y las nuevas mediáticas, pero también congregados por el malestar que ocasionó la renuncia, en un solo año, de tres equipos organizadores del segundo Festival Internacional de Video y Artes Electrónicas, Vidarte 2002. Algunos de los asistentes estaban al tanto de las declaraciones de Príamo Lozada, ex curador de Vidarte 2002, aparecida en prensa esa mañana, motivada por el uso indebido de su nombre y el del director artístico, Ricardo Nicolayevsky, en la invitación oficial, luego de que se desligaran por completo del festival, a causa de las constantes interferencias de la dirección de la Unidad de Proyectos Especiales de Conaculta (UPX).(1) Era el tercer equipo organizador de Vidarte 2002, que optaba por la renuncia. De hecho, a raíz de ésta, algunos curadores foráneos, encargados de organizar importantes muestras temáticas, cancelaron su participación, desconcertados ante el pobre perfil profesional de quienes suplieron a los renunciantes. No es casual que la discusión en Multimedia tuviera por eje la ausencia de legitimidad de ciertos servidores públicos del área cultural, ni que el comentario aludiera a Dolores Creel, directora de la UPX, y de Vidarte, por extensión. Que la UPX esté encargada de producir video para televisión no la convierte en el sitio idóneo para albergar tan complejo proyecto. Lo que sí sorprendía era la coincidencia de opiniones sobre Creel: su carencia de tacto en el manejo institucional y su falta de concepto respecto al video y las artes electrónicas. La política como coartada Cuando la prensa apenas advertía del envío de una carta donde la referida comunidad denunciaba la situación de Vidarte 2002,(2) se puso en marcha un mecanismo de rumores, según el cual, los enardecidos participantes del encuentro en Multimedia atentarían contra el símbolo mayor de la alta cultura en la ciudad de México, el Palacio de Bellas Artes. Para evitar el pretendido hecho, se montó un operativo con elementos del cuerpo de granaderos. En ciertas fases del movimiento estudiantil de 1968 solía trasminarse este tipo de información sin fundamento, que el sentido común asociaba con los manuales de contrainsurgencia de las corporaciones castrenses y sus órganos de seguridad. Días más tarde, Dolores Creel asumió una postura pública de autodefensa en extremo irracional: no obstante acusar de incapaces e irresponsables al director artístico y al curador del Festival, les atribuía el poder de manipular a los setenta miembros de la comunidad de artistas e intelectuales firmantes de la carta; argumento tan poco creíble y ofensivo que ocasionó la renuncia de la mayor parte de los jurados nacionales e internacionales, responsables de la preselección en los géneros de video y multimedia: Kathy High, Jorge La Ferla, Carlos A. Gutiérrez y Gerardo Suter. Indignados, los tres primeros manifestaron por escrito su desacuerdo ante las afirmaciones de la directora de la UPX.(3) Pronto se sumó la retirada de una decena de artistas del concurso, mientras que sus videos, de manera ilegal, se mantuvieron fuera de la premiación pero dentro del programa del festival, a despecho de la ley de derechos autorales.(4) Entretanto la señora Creel, directora de la UPX, extendía su campaña de descrédito por medio de los recursos de la institución a su cargo. Por lo pronto, convirtió el programa televisivo semanal de la UPX, con tiempos de aire oficial, en instrumento de uso privado. Entrevistada por el periodista de Reforma, encargado del caso Vidarte, su testimonio perdió cualquier viso de credibilidad al asumir ella el papel protagónico, junto con la producción ejecutiva del video. En lugar de promover el festival con cierta dignidad, la funcionaria acabó por evidenciar su dificultad para articular una argumentación consistente.(5) Por ética elemental, el Canal 22 y la UPX, estarían obligados a proporcionar a la contraparte afectada, un espacio equivalente, y se da por descontado que, sin censura. Y ese afán declarativo de la doble directora no cejó, por el contrario, adquirió tintes cada vez más oscuros y fantasiosos, pues ésta redujo la demanda de transparencia institucional a una oscura conspiración política. Sin mesura alguna afirmó que los firmantes de la protesta habían sido "comprados por algunas facciones enemigas de este gobierno", para afectar al Secretario de Gobernación, Santiago Creel, o a la Presidenta de Conaculta, Sari Bermúdez.(6) Forma primaria de desplazar el problema para llenar el hueco ocasionado por la falta de profesionalismo. Pero al recurrir a la protección de los mecanismos más sordos del poder, como el nepotismo, y otorgarse atributos dinásticos que suponíamos en desuso, deslegitimó también a la institución encabezada por su hermano. Incluso, el empleo perverso del vínculo familiar, se revierte en la duda de si el Secretario de Gobernación, por ser responsable de regular a los medios de comunicación, puede tener a una hermana encargada de una Unidad de Proyectos Especiales, dirigida a medios. Tan simple como eso. Lo cierto es que el 26 de agosto, día de la inauguración de Vidarte, Conaculta tomó el asunto en sus manos, y en previsión de que la protesta incidiera en el lucimiento del festival, Sari Bermúdez solicitó a cerca de quince personas, en extremo críticas respecto a la gestión de la UPX, no afectar el desarrollo del evento, mientras ella disponía del tiempo necesario para madurar una respuesta institucional a las demandas. De ahí el comentario humorístico de alguno de los comensales, al bautizar ese encuentro en el alcázar imperial como "La tregua de Chapultepec". En realidad, nadie pretendía cancelar el evento donde lo más sólido de la programación provenía del equipo dimitente. No así la aportación de Dolores Creel, cuya carta fuerte resultó el "homenaje" al estadounidense Bill Viola, quien inauguró el evento con una conferencia magistral en el gran Teatro del Palacio de Bellas Artes: tedioso discurso salpicado de ingenuidad New Age; más sorprendente aún por la pretensión de entregar vivencias biográficas como claves para traducir su obra, y hacerla digerible a una audiencia que el homenajeado, quizá bajo la guía de la UPX, supuso ágrafa en cuestiones de arte actual, o reciente, para ser más preciso. Peor aún resultó el ilustrar su discurso con fragmentos de video, que formaban parte de varias instalaciones no disponibles para su exhibición en México, pues para estas fechas se encontraban prestadas, como mucho antes se sabía. Asimismo, debimos de conformarnos con una "retrospectiva" de autor, donde predominaron videos monocanal de los años setenta. En contraste con la onerosa campaña de televisión y la publicidad urbana (grandes promocionales, estandartes de poste y mamparas de parabús), durante la apertura de Vidarte 2002 circuló una pequeña calcomanía digital, transformada en emblema de quienes se oponían al exceso institucional. Por razones de transparencia, debería darse a conocer cuánto se invirtió en difusión, pues no existe antecedente de tal saturación de reclamos, ni siquiera en los magnos homenajes a los artistas nacionales. Rememorar las toallas del Foxgate, es una minucia frente a la escala urbana de este dispendio. Algunos invitados a la comilona inaugural pudieron sentirse a sus anchas en el Palacio Postal, habilitado por algún decorador de interiores para imprimirle su sello estilístico. El toque de exclusividad lo aportaban los "cadeneros de antro", cuerpo de vigilancia encargada de recabar los datos del visitante, antes de indicarle el acceso único por elevador. No obstante las colas de espera, las escaleras de acceso hasta el cuarto piso se mantuvieron clausuradas. Si travestir al Palacio Postal porfiriano en un cyber lounge colosal fue la solución adecuada para dar sede al festival, es asunto que sale de discusión, no obstante, cabe detenernos en el clima de agresión generado en el acto de clausura, asociado a la premiación de los concursantes. Cerrados los accesos en determinado momento, una multitud airada debió esperar en la calle lluviosa; mezcla de invitados oficiales, o de familiares y amigos de los concursantes, y la mayoría de jóvenes atraídos por el rave, con dj's importados de Ámsterdam según anunciaba el programa de mano. El problema es que aquellos que lograron el ingreso, permanecieron aprisionados durante varias horas dentro del recinto.(7) El uso exagerado de publicidad debió acompañarse de la logística correspondiente a un espectáculo de masas. Más allá de lo anecdótico de éstos y muchos otros desaguisados que quedan sin comentar, lo sustancial de Vidarte fue la intensa experiencia de comunidad emanada de la reunión del 8 de agosto en las instalaciones de Multimedia, donde un grupo de profesionales se manifestó sin cortapisas. Disposición de ánimo que recuerda el sentido grupal despertado por los coloquios latinoamericanos de fotografía, a fines de los años setenta, los cuales, a la larga, afianzaron esa disciplina en el entorno cultural mexicano, al grado que ya asumimos Fotoseptiembre como un hecho natural. La diferencia es que el gremio vinculado al arte emergente de hoy, manifiesta el desencuentro con la institucionalidad cultural, y un consenso fundado en el rechazo. En todo caso, si algún aporte habría que reconocer a Dolores Creel, sería su potencial aglutinador de un sector, sin duda, representativo de lo mejor de esta comunidad artística tan heterogénea. Del debate colectivo también se han desprendido propuestas, como la de evitar que Vidarte opere de manera coyuntural, que se eche mano de ese festival cuando la administración pública requiere de espectáculos novedosos. Por ende, debería formar parte medular de la prospectiva cultural de cualquier administración en turno, la cual estará obligada a considerar a esa instancia dentro de la estrategia formativa y de consolidación de creadores, como parte del desarrollo del llamado arte emergente. En su calidad de proyecto articulador y transinstitucional, los tiempos preestablecidos resultan insuficientes si consideramos la posibilidad de un mejor seguimiento por parte de los públicos, sean especializados o no. Con una programación tan vasta, Vidarte tendría mayor efecto si dispusiera de sedes de exhibición en distintos puntos estratégicos de la ciudad de México, y contara con unidades multiplicadoras en los estados, al menos aquellos con mayor vinculación a la producción artística asociada con las nuevas mediáticas. Asimismo, aquella reunión primera insistió en la necesidad de disponer de una estructura organizativa independiente, como condición esencial para este tipo de festivales, así como hacerlos depender de profesionales con trayectorias reconocidas dentro y fuera del país, lejos de la veleidad de funcionarios inexpertos o del control de grupo alguno. La institución del silencio Es un hecho que en el aparato de cultura suelen convivir cuadros profesionales, con capacidad probada, junto con elementos inconsistentes y sumisos. Pero a estas alturas del "gobierno del cambio", también es cierto que los funcionarios siguen sometidos a la regla de oro de un sistema añejo: el silencio. Práctica sustentada en modelos autoritarios que suponíamos amenazados de extinción, la cual hace del empleado de "confianza", un rehén de conciencia: especie de vasallo enmudecido por la exigencia de una mezcla de lealtad y servilismo. Quienes quebrantan esta regla, sufren el despido fulminante, disfrazado de renuncia, y muchas veces el ostracismo. El caso de Dolores Creel resulta atípico, pues aunque se le recomendó mantenerse callada, eligió el camino de la discusión pública de sus posturas. Si diferimos de Creel en el manejo discrecional de los recursos comunicacionales de carácter público, y el empleo del infundio como argumento, formas que escapan a la legalidad cultural; en cambio, sostenemos a ultranza su derecho a opinar de manera pública, como lo haríamos con cualquier servidor público. La implantación de un modelo del silencio quizá tranquilice a los cuerpos de mando más mediocres e inseguros, pero es claro que impide el debate cultural, sólo posible entre sujetos autónomos en el ejercicio de la inteligencia y la acción crítica, y al margen de que ocupen o no cargo alguno. Los recursos de la soberbia Mientras Dolores Creel se mantiene inamovible, quienes tienen a su cargo la administración cultural prescinden de profesionales probados, aquellos que implantan los proyectos que dan coherencia a la práctica institucional. Los casos de Osvaldo Sánchez, director del Museo Tamayo, y de Patricia Sloan, directora del Carrillo Gil, son más que elocuentes. Esa ausencia suele llenarse, a veces, con otros profesionales destacados; no obstante, la pregunta es cuánto tardará el sistema en someterlos al mismo tratamiento, en ahuyentar a muchos con la exhibición de un trato humillante, y en agotar las posibilidades de reemplazo. Estos desplantes autoritarios prescinden, por supuesto, de dar explicaciones o considerar el punto de vista de la comunidad cultural. Su único fundamento es la soberbia. Las renuncias acumuladas en la última emisión de Vidarte podrían inscribirse en la misma tónica que las auspiciadas por Conaculta o el INBA. Sabrán los usufructuarios de este modelo de cese-renuncia caprichoso lo que se piensa de ellos: que la parte desechable, si se respetara la opinión pública, tendría que ser la suya, y no lamentaríamos la pérdida. A nuestras autoridades les ha faltado empuje para recurrir a agencias de participación y mediación democrática en el campo cultural. Mayor ha sido la atracción hacia la iniciativa privada, en detrimento de la gestión civil. Así como existen instancias que contribuyen con apoyos económicos, como los patronatos o las sociedades de amigos de los museos, deberían considerarse los aportes de conocimiento y experiencia, por lo menos igual de imprescindibles. Del debate en torno a Vidarte se desprendió una propuesta compartida: propiciar la intervención honoraria de cuerpos colegiados, nacidos de la consulta amplia entre el sector artístico y académico, para dar consistencia y regularidad a esta modalidad de eventos. Estructuras de opinión que podrían hacerse extensivas al accionar cultural en todas sus manifestaciones trascendentes, y que participarían en la elección razonada y democrática de la dirigencia cultural; y por qué no, sugerirían también los retiros, cuando existan razones fundamentadas. Así, transitaríamos, de un sistema de fueros, improvisaciones y botines, a un servicio cultural de carrera, con respaldo colegiado y sanción pública. ¿Y qué con las protestas? Pareciera que éstas pueden acallarse por inercia, hacer de su agotamiento un acto de triunfo de la "autoridad". Mas quien apueste por esta salida se equivoca, a la larga la administración pública sólo se sume más en la pérdida de credibilidad y de consensos, un deterioro costoso tanto en términos políticos como acumulativos. Lo que se ha calificado de una conspiración de artistas e intelectuales, o de manifestación de enconos personales, es apenas la exigencia de un gremio por mantener la dignidad de las instituciones creadas para impulsar su labor. Cómo pretender el desarrollo de una cultura democrática donde se expulsa el consenso. Mantener la legitimidad institucional depende de ello, y su construcción es un proceso tan arduo y complejo, tan frágil, que ponerlo en riesgo resulta un acto anticultural. FRP septiembre de 2002 NOTAS 1. Véase, "Renuncian por imposiciones de Dolores Creel", en Reforma, 8 de agosto de 2002. 2. "Firman creadores una carta en protesta. Consideran acéfalo festival Vidarte". Reforma, 9 de agosto de 2002. 3. "Asegura Creel que creadores no pueden retirarse. Adjudica renuncias a falta de capacidad". Reforma, 17 de agosto de 2002. 4. Véanse en www.fllanos.com/vidarte.html, la página en línea dedicada a la confrontación con la dirección de Vidarte, las cartas de Alfredo Salomón, el primero en solicitar la devolución de sus videos. 5. "La apertura de una puerta. El festival Vidarte 2002", transmitido el 17 de agosto de 2002, a las 21.30 por el Canal 22 de Conaculta. Fragmentos del mismo pueden consultarse en www.fllanos.com/vidarte.html. 6. "Crisis en la cúpula. Se celebra el festival Vidarte 2002". Proceso 1347, 25 de agosto de 2002. Véase también, " Piden a Dolores Creel retractarse o comprobar sus aseveraciones". Proceso 1349, 8 de septiembre de 2002. 7. "Cierra Vidarte entre rechiflas. Gritos de protesta, portazos y botellazos escenificaron la entrega de premios". Reforma, 9 de septiembre de 2002. _______________________________________________ Nettime-lat mailing list Nettime-lat@nettime.org http://amsterdam.nettime.org/cgi-bin/mailman/listinfo/nettime-lat