Silvestre Byrón on Thu, 11 Dec 2003 20:46:41 +0100 (CET) |
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[nettime-lat] EAF - "Estética de la guerra" |
EAF/Liber ESTÉTICA DE LA GUERRA Nota. — El concepto de guerra aquí referido —del germánico «werra», «querella»— no se refiere al sentido estricto de desavenencia o rompimiento de paz entre Estados, de pugna o disidencia entre personas sino al sentido figurado, moral, de lucha o combate. En suma, al espíritu guerrero, emprendedor y creativo del ser humano como respuesta a lo frangible de su naturaleza. O el dolor de estar existiendo. La existencia como un displacer que, aun siendo temporal, también es un delito. Unicamente es reflexionar sobre la condición humana ante la agresiva actividad de la naturaleza o el fluir perpetuo de la conciencia; el dolor del individuo consciente de su conciencia. Algo análogo cabe referir en torno a la apelación del concepto Estado Mayor en una acepción ajena a lo castrense, a la Plana Mayor—«prefectus legionis» o «magister militae», «prefectus castrorum» y «tribunus militaris», polemarca y taxiarca, conde y duque, emir y adalid— como cuerpo de oficiales destacado a distribuir órdenes y vigilar su observancia; como supervisión o como cerebro de una división. Predicando la irracionalidad de lo real, Schopenhauer hacer ver al mundo dotado de una corteza que nosotros conocemos. Son los fenómenos, nuestra representación. Y al mismo tiempo que somos actividad representativa también somos Voluntad, primer principio metafísico del mundo. Ante todos los fenómenos de ese mundo se expresa la misma Voluntad ciega e irracional, sin finalidad: quiere por querer y quiere para incrementar el displacer. ¿Qué es la Voluntad? Uno y todo. Aunque sean idénticas en su esencia, en su representación cognoscitiva las cosas son múltiples. Y porque la Voluntad carece de finalidad es irracional. Irracionalidad absoluta. Nunca se colma, nunca se satura. No hace más que generarse a sí misma. Lo cual hace que la Voluntad sea una voluntad infeliz. El mundo, en cuanto objetivación de la Voluntad es el imperio de la miseria y del dolor. Querer supone necesidad. Y ésta, el dolor. Ia vida es dolor. Si no hay dolor porque ya no queremos, entonces la vida es tedio. El placer pasa a ser algo negativo, satisfacción de una necesidad, el término de un dolor. Luego, ¿a qué seguir viviendo si la existencia es dolor y, para más, un dolor sin objeto? Todo está en una Voluntad universal de vivir. No es uno quien quiere. Es esa Voluntad quien quiere en uno. Por eso ocasiona ilusiones como el amor y la gloria para colmar el vacío de nuestra existencia. ¿Qué hacer? Extinguir en uno la Voluntad de vivir. Esto, a través de formas o grados por los cuales es factible librarse de la voluntad y del dolor. El arte, la justicia, y la compasión son esos medios. Todo culmina en el ascetismo con que uno afirma la No-Voluntad y dispersa su ser en la Nada. ¿Qué es el mundo de la representación? El velo de Maia. ¿La voluntad de vivir extinguida? El acceso al Nirvana. ¿Y qué es el mundo? Nada. Paz y beatitud. Hasta aquí, Schopenhauer; irracionalismo metafísico; pesimismo, voluntad sufriente, conciencia infeliz hegeliana. ("El mundo como voluntad y representación", 1819) Independientemente de la cuestión dialéctica, sempiternamente presentada como la oposición tesis-antítesis más allá de lo universal y la idea, el Sujeto trascendental y la pura racionalidad, y aún de las determinaciones individuales de seres empíricos instintivos, sensibles y afectivos. Definiendo una situación a medio camino entre las filosofías de la razón y de la vida, subrayamos dos especies: 1. La vida es dolor (o es tedio). 2. La voluntad de vivir dicta nuestras existencias. Si la vida es dolor porque implica necesidad y la voluntad nos impulsa a la vida, el existir se convierte en una lucha perpetua para exceder ese dolor y esa voluntad. Volviendo a Schopenhauer ¿qué sería la historia? ¿Progreso? No. La historia no es más que la voluntad de vivir que representa siempre la misma pasión: existir. Luego se trata de hacer la historia. Y de verificar la humanidad.1 Pero para eso es imprescindible existir. En el dolor, queriendo. Por el mero hecho de existir, aún vegetativamente, estamos expuestos al dolor. Su primerísima expresión es el pánico, un temor infundado, vago y nocturnal. Un miedo infuso, soterrado. Algo puramente instintivo. No se trata del miedo al miedo sino del miedo a algo que pudiera enseñorearse de nuestro ser a partir de su frangibilidad. La agresiva actividad de la naturaleza y nuestro ser consciente, la existencia misma, infunden ese pánico. Dolor de ser existentes. Ahora bien, es innegable que existe también esa maldita Voluntad universal que nos hace querer y que a su vez quiere. Que quiere en uno. Llámese erótica o líbido, esa voluntad de vivir —tonismo, por decirlo así— nos impulsa a la actividad, a la acción. En tal sentido, la existencia nos fuerza a hacer la historia y la humanidad. Tanto fuera desde una ofensiva o de una defensiva, ese accionar dictado por la Voluntad que conviene a nuestro existir, nos obliga a luchar —justamente— para seguir existiendo. De allí el espíritu guerrero, lo combativo del individuo que pugna por vivir para hacer la historia y la humanidad. La guerra contra la agresiva actividad de la naturaleza. Y aún, la guerra o el embate interno, en la espiritualidad del individuo, su ser consciente. Esto determina dos nuevas especies. Si la vida es dolor y la voluntad de vivir dicta nuestras experiencias, entonces. 1. La vida es pánico. 2. Sólo es luchar. De donde tenemos la alternativa pánico/lucha. Ya no se trata de existir vegetativamente sino de existir conscientemente. Esto es, de hacer una existencia colmada de interioridad. O de autorrealización. Haciendo la historia y la humanidad. Expresado en términos bien simples, haciendo carrera o fundando una familia. Dado que el existir implica el dolor-pánico contenido o neutralizado por esa voluntad-lucha, la cultura—artística o científica—es una forma o un grado para ir dejando de querer. Por un lado de satisfacer la necesidad. Por el otro, para ir disolviéndose en una ansiada No-Voluntad como paz y beatitud. Es entonces que el existir, en un grado y único acto heroico, pugnado por ser (y ser consciente) funda la cultura artística y científica. Es el esfuerzo increíble de toda la especie, de todas sus progenies por perpetuar y expandir la vida. Lírica o épica, la cultura artística e intelectual fue el primer paso. A fuerza de impresiones y de un pensamiento plástico-sensible, como conocimiento intuitivo, se fue articulando la cultura artística, objetivando la fantasía; lo individual, lo particular. La esteticidad de lo artístico. Luego, a través de una mirada analítica y especulativa, se fue creando la cultura científica objetivando la inteligencia; lo universal, sus relaciones. La esteticidad de lo científico. Así se fue instituyendo, idealmente, un Estado Mayor integrado—íntimamente integrado—por la cultura artística y científica, productores de imágenes y de conceptos. Por la gratuidad de la voluntad de vivir. Para asegurar la existencia. En tanto contrafuerte. Tal Estado Mayor resultó del acto mismo de existir, de la experiencia del mundo. Fue montado por la individualidad, la especie, haciendo la historia y la humanidad. Lo ha regido un único principio de humanidad: la pervivencia de lo humano, un fermento desconocido, un je ne sais quoi nescio quid. Esta cúpula imaginaria es influida por las urgencia de la especie al mismo tiempo que influye sobre ésta. Lo que la hace receptiva y emisora a la vez. Por lo mismo es un centro de poder (cultural) único e indestructible de momento que— imperando, incidiendo—bien puede transformar las condiciones de la existencia. Sus alcances no son limitados. Operativamente, el Estado Mayor también incide—transformando—las condiciones de la historia y la humanidad. De donde, finalmente, el Estado Mayor se cuela en la interioridad en la cual fue creado. Allí se regenera y vuelve a la exterioridad. Asistiendo, como contrafuerte. Sin olvidar la metáfora, el Estado Mayor oficia de receptáculo de todo el percibir y el entender de la especie. Todo lo que en su existir intuye y razona la interioridad. Pero este receptáculo es defensivo o resulta ofensivo, según la urgencia. No es, por lo tanto, una entidad quieta. El arte y la ciencia son indetenibles en su operar. Por su naturaleza, adherida a una realidad sensible en continua transformación, ritmo y movimiento, el accionar del artista y del sabio pasa de la impresión a la expresión. Tanto da que la expresión sea afectiva o racional. Cuenta la ejemplaridad y precisión formal de esa expresión. O cómo el artista y el sabio encuadran, a través de imágenes o de conceptos, esa impresión. Es un hecho que, en un orden de prioridades, lo intuitivo precede lo racional. A condición que se complementen. Por eso se habla de la guerra o la política como arte o ciencia. O de la estética como primer estadio y de la ética como segundo estadio integrando la personalidad. Lo romántico complementado por lo estoico, que —a su vez— supera lo romántico. Todo rige y es regido, tradicionalmente, por el principio de unidad. Unicamente ese principio sustenta al Estado Mayor, la integridad.2 1. En un ensayo sobre lo humano ("La medida del hombre", 1943) Kahler dice que la existencia es la forma primaria y general en que el espíritu se expresa; el procedimiento básico de discernir y trascender, de objetivar y subjetivar, lo que concibe un yo y un no-yo como entidad exacta y finita, es más que ser. «Ex sistere», «ex stare», estar fuera, persistir fuera. El individuo es consciente, todo el tiempo, de si mismo. Por eso vive fuera y dentro. Incluso del momento en que está viviendo, mientras existe. No sólo es, también está existiendo por su vida conciente. La historia es el primer logro del existir, cuando se discierne la idea del tiempo como algo diferente a su presente corporal. Por eso se distingue su tiempo de vida personal del de la humanidad. Esto es, primero se advierte la genealogía y después a la historia concluyendo y planeando de modo tal que no solo se incide en su existencia sino en la de progenies futuras. La humanidad llega a ser, por eso, el segundo logro de la existencia. Se trata de una actitud del individuo hacia sus semejantes, la facultad de discernir y de trascender, de concebir a otro individuo en tanto otro existir, diferente y autónomo, de situarse uno en el sitio de ese otro ser. Todo esto infunde impulsos, eroticidad. Desde el amor a la amistad. Todo induce, finalmente, a la unidad de la especie. De la relación de estos términos —existencia historia y humanidad— se desprende lo espiritual del individuo. Pero también, eso que le hace sufrir y palpar el dolor de una voluntad, lo precario de nuestro existir. Su eventualidad. 2. En algún momento, pasaje del realismo metafísico (tradicional) al idealismo abstracto (moderno), el Estado Mayor se desintegró. Fue cuando el concepto precedió, excediendo, la intuición. Así el sabio aventajó al artista en la cúpula del Estado Mayor. Esto significó el paso de lo tradicional a lo moderno. La gran claridad de la Edad Media (Cohen), la noche gótica (Funck-Brentano), lo gótico como signo de la europeidad (Terán), los misterios, funerales y consagraciones en la catedral viva (Gillet) significaron —vitalmente— la última memoria del Estado Mayor integrado; el mundo articulado por lo tradicional, pre-moderno. FUENTE: "Muy bizarro". EAF, Liber 2002.- EAF/2003.- Geocities.com/eaf_underground Geocitiers.com/eaf_iniciacion ------------ Los mejores usados y las más tentadoras ofertas de 0km están en Yahoo! Autos. Comprá o vendé tu auto en http://autos.yahoo.com.ar _______________________________________________ Nettime-lat mailing list Nettime-lat@nettime.org http://amsterdam.nettime.org/cgi-bin/mailman/listinfo/nettime-lat